Humanidad con H de muda

Ojalá que llueva café.

La vergüenza es algo innato y a la vez tan antinatural que para pisar cristales prefiero ponerme tacones.

Y mira, que miramos donde teníamos que mirar y ya no hay ciegos. Porque todos saben leer el lunar de tu costado el que tanto cuesta llevar cuando no merece ser nevado.

Y qué pasa. Contesta, revolución, que no es nuestra, que no es tuya, que es la suya.

La dignidad se calló por el camino.

Con LL porque ya no habla,

con LL porque ya no siente y tampoco padece,

hace tiempo que no aparece.

Humanidad.

Con H porque es muda.

Porque no dice, porque no quiere y porque tampoco le hace falta.

Y sobrevive bajo un árbol una flor muerta de sed que mira al mar desde la sombra de su árbol con ganas de arrancarse de cuajo y lanzarse a nadar.

Tonta, no ves que tu desarraigo es tu ruina, ¿o la del árbol que se queda sin nadie a quien hacer sombra?

Tonta, que el agua del mar no va a calmar tu sed, que la sal seca y tú eres de agua dulce.

Déjales, que se peleen, que se maten. Que se corten y sangren, que ya no se acuerdan de la piel de gallina y los ojos de risa. Que ya no saben lo que es el olor a campo, que solo hay pólvora. ¿Conspiración y traición? Revolución. Que es suya, que no es nuestra, que la H es muda y los cuerpos respiran cuando quieren y cuando pueden.

Déjales, que sigan su guerra, que se vean y se toquen sin tocarse sin metal. Y sin casco y sin escudo y sin bandera. Que el mundo es mudo desde que la H decidió que lo era.